Nunca había pasado tanto tiempo en un cuarto de hotel
- Laura Mendez
- Mar 28, 2022
- 4 min read

Llevo siete meses viviendo “la nueva vida”, he pasado de la felicidad inexplicable y el éxtasis de mi descubrimiento, hasta la ansiedad y desesperación nostálgica más abrumadora de los tiempos, en esa última me encontraba, viéndome con el tiempo encima y las tareas sin terminar, haciendo todo a medias como siempre y ahogándome en puros vasos de agua, hasta que resulté en una isla en medio del Mediterráneo.
Cuando empaqué maletas para venir a los Países Bajos a duras penas sabía lo que estaba haciendo, no tenía idea lo que iba a estudiar, lo único que sabía era su nombre extravagante y el tiempo que duraba, lo demás fue sorpresa tras sorpresa, así hasta ahora, siete meses después, sí, SIETE, lo repito en mayúsculas porque aún no me lo creo, parece que fue ayer que le dije chao a Candy sin mirar atrás, parece que fue ayer que estaba aprendiendo a andar en bicicleta y descubriendo las calles, parece que fue ayer que me estrelló un carro y por si fuera poco caí rodando por las escaleras. El tema es que entre sorpresa y sorpresa descubrí que dentro del programa había un viaje de estudio que nos revelarían en el proceso, porque al final no estaba tan perdida como creía, la maestría misma era la perdición de las sorpresas, de los procesos, del caos y la volatilidad.

¿¡Un viaje sorpresa!? ¡Qué chimba! Con el viaje venían los gastos del mismo y dos semanas de trabajo fuera de lo que empezaba a llamar mi casa. Dos meses antes nos enteramos de que el destino era MALTA, a mí me sonaba a calor y playa y a esas escuelas que venden cursos de inglés, de resto a nada más y ni tiempo me dio de indagar en el destino porque estaba ocupada haciéndome ochos con las otras tareas que tenía que entregar que un día antes del vuelo apenas estaba revisando qué era lo que íbamos a hacer allá. Pero qué importa ¡Nos íbamos a Malta!
Quise pretender dejar la ansiedad atrás (porque esa vaina viene con voces en la cabeza y una energía que me hace odiar al mundo de una manera inconcebible, agobiante, aburridora y en un hoyo negro que no me deja salir), pero no, la primera semana mi energía se apagaba y se prendía sin avisar, tanto que empezaron a decirme que al parecer tenía botón de encendido, entre conversaciones de bus y de café me di cuenta que no era la única que traía carga de trabajo de las semanas anteriores. En fin…

El viaje consistía en desarrollar por grupos un proyecto alrededor de la comida local y los NFTs ¿y eso cómo se come? Lo descubriríamos de a pocos y sin descanso, los días estaban llenos de reuniones, talleres, encuentros, conferencias y comida. Así más y más sorpresas, otra de ellas era un viaje que habían planeado cuidadosamente para el fin de semana y entonces llegamos tarde al transporte, pagamos de más en buses y barcos y esperamos por hora y media una pizza, pero metí los piecitos al mar, vimos el agua azulita desde lo alto de las piedras y disfrutamos de la lluvia al final de la tarde.
La cosa no mejoró la semana siguiente cuando nos enteramos de que teníamos covid. Así, como lo lee, teníamos –covid-, chao playa paradisiaca, chao encuentros en mil lugares en un solo día, chao a los encuentros de tareas en el café y a la ida a la piscina y hola a los rincones del cuarto de hotel y a las reuniones online, sí, me fui pa’ Malta a hacer tareas online.
Acabo de notar que cuando empecé a escribir esto tenía una carga diferente y fastidio de todo, pero justo hoy, dos semanas después de la covid noticia, me da risa, la mejor anécdota de los últimos tiempos; pude bailar en calzones un par de veces, hicimos covid fiesta con mi roomie y descubrí Malta desde una habitación de hotel. Luisa (mi roomie en Malta, mi compañerita de clase y mi amiga intensa) y yo tuvimos la luna de miel menos esperada, terminamos ofreciéndonos agüitas con limón de vez en cuando y de cuando en vez, ¡Qué romántico! ¿verdad? Y ni contar los ataques de risa seguidos por tos y sangre saliendo por la nariz, es más, voy a parar para que no les de envidia de nuestras aventuras covisticas en esa habitación de hotel.
Al final volvimos, cansad_s, aburrid_s y aliviad_s, con una historia más, una isla más y una tarea menos. Sí, después de dos años virgen de covid puedo decir que tuve mi primera vez en Malta, que momento tan especial para darle cabida a ese encuentro.
P.S. El covid solo me hizo cosquillas y me trajo tos, tuvimos varias conversaciones porque no planeaba estar en un hotel por mucho tiempo y aparte tirada en una cama sintiéndome mal, si ese hubiera sido el caso, estaría contando otra historia…
¡SALUD! ¡SALUD POR LAS ANECDOTAS, POR LOS: “POR ALGO PASAN LAS COSAS”! ¡SALUD POR EL COVID EN COMPAÑÍA, ¡POR LOS CUARTOS DE HOTEL, POR EL MAR AZULITO Y LAS NUEVAS CONEXIONES! ¡SALUD, SALUD, SALUD!
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