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  • Writer's pictureLaura Mendez

ESPACIOS TEMPORALES


Hoy ha llovido toda la tarde noche y me ha hecho recordar mi casa, el sonido del agua pegando en la ventana y los truenos después del rayo me hacen dar ganas de una larga tarde de películas y palomitas debajo de la cobija verde. Hace un rato bajé a la cocina, una que es cada vez más familiar, con las ollas en su lugar, los tarros de condimentos perfectamente organizados y los miles de cuchillos esperando a ser usados, mi reflejo en la ventana me recordó en dónde estoy, en una casa prestada, veía cómo las gotas caían sobre mi reflejo, mientras me contorsionaba en una suerte de modelo inventada que sólo funciona para mi placer personal. Sí, una casa prestada a la que le digo “mi casa” casi por inercia, sabiendo que nunca lo será, que es un espacio temporal del que me moveré pronto (o eso espero, porque modo “manifestando”) y que guarda memorias de otros que ahora me acogen.


Hoy después de mucho tiempo me senté a gusto al sonido de la lluvia recordando “mi casa”, eso que era conocido y familiar pero que ahora cuestiono, mi casa ha dejado de ser mi casa, la que ahora llamo mi casa no lo es y estoy en un limbo de espacio, tiempo y transformación que ninguno de esos podcast de superación personal me contaron.


Hace poco más de un año cambié de casa, me mudé de continente, cambié de carrera y empaqué todo en una maleta llena de recuerdos, esos que junto con el cielo son los que siempre me acompañan, esos que se transforman porque uno va olvidando, va cambiando. Hace poco más de un año me monté en un viaje que sabía no tenía tiquete de vuelta. No, no era “lo que siempre soñé”, ni “por lo que tantos años trabajé”, no era eso que “tanto quería”, ni uno de mis deseos en la lista, pero ahí estaba yo sin imaginar lo inimaginable porque ¿cómo puede uno imaginarse algo que nunca ni siquiera pensó?


Hoy volví a las palabras porque llevo casi un año tratando de procesar qué es lo que ha pasado en este año, no sé ni cómo vivirlo, ni cómo sentirlo, ni cómo escribirlo, que si desenredo el drama que me he hecho, le quedan cortas las telenovelas turcas sin subtítulos que ven la tía de Luisa y su abuela. No he podido ni siquiera contar la aventura porque ha dejado de ser una aventura para ser mi vida, mi cotidiano ¿y a mi quién me dijo que el cotidiano no es una aventura constante?


Estar lejos de casa es cuestionarse todo, hasta el peo a medianoche, vaya uno a saber si en otra cultura eso es un acto de buena suerte. He vuelto a decir lejos de casa de nuevo, porque no me acostumbro a que ya no lo es y es que no sé si vaya a tener casa de nuevo y es algo tan aterrador como placentero, desapegarse, mudar, mutar, entender que lo que se ha entendido no es y que lo que es puede que no lo sea próximamente. Cuestionarme es mi pasatiempo más usual de los últimos días…


Escribo pensando siempre que del lado del receptor hay alguien que me entiende, escribo pensando que a veces podría ser suficiente aunque nunca lo sea y esperando que si estas letras son leídas pueda tener de vuelta una pizca de relación, de felicidad y aliento.


Salud por esos momentos en que fluye la cosa, por los momentos en los que no, por aquellos que escuchan, por los que escuchan y entienden y también por los que no entienden pero intentan, salud por por los consejos no pedidos, los abrazos profundos y lo lugares de escape que son más bien refugio. Salud, salud, salud.

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