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EL FINAL DEL FINAL

  • LAURA MÉNDEZ
  • Jun 23, 2019
  • 3 min read

Todo tiene su final, nada dura para siempre… Tenemos que recordar, que no existe eternidad, léase cantando. Afortunada o desafortunadamente el te quiero para siempre, el me quedo para siempre, los siempres, por siempres, para siempres no existen.

Hoy llegué a casa, a la de verdad verdadera, la de mis papás y mi gata, la de mi cama, mi almohada y mis cobijas, llegué y aún no sé cómo sentirme, con frío, con sueño, con hambre, con emoción, con nostalgia, con un nudo en la garganta y mariposas en la panza. Llegué deseando estar allá y acá al mismo tiempo, llegué porque ya no me quedaba nada por hacer allá, lo curioso, es que acá tampoco tengo mucho.

Mis últimas semanas en México fueron de exploración y autoexploración, descubrí lugares, personas, cosas y comida, amé y odié con locura, reí desenfrenadamente y lloré sin poder parar, bailé, corrí, nadé, cabalgué, comí, comí y comí. Quise tener un encuentro conmigo y con la comida, más conmigo que con la comida, pero... fue al revés.

El camino me hizo amar la vida y la compañía tanto como la soledad. Me hizo pensar en la fragilidad del momento y me hizo desear lo más sencillo, lo que nos acerca más al otro y a uno mismo. De la vida entendí que valen más esos pequeños momentos, esos que no son planeados, esos que son efímeros pero eternos, aprendí a guardar calma y a esperar (aunque no siempre lo logré, por supuesto). Dicen que la paciencia viene en pequeñas cápsulas junto con el desespero, y que al superar el último, todo es más fácil y todo lo anterior parece ser una exageración, ahora así lo creo y acepto que vivo en un colchón de exageraciones.

Caminé sobre pirámides, lodo, asfalto y arena, hablé, hablé mucho, me desahogué, entendí y aprendí mucho. Aprendí que el cacao no es chocolate y que el chocolate sin cacao no es chocolate, me di cuenta que no soy adicta al chocolate sino al dulce y me desilusioné de mí misma (¿Hay una regla que diga que cuando uno repite mucho la misma palabra esta anula a la anterior? chocolate, chocolate, chocolate).

Afiancé amistades e hice nuevas (no me crean, esto último no es cierto, pero suena emocionante). México se queda con un pedazo de mí, de él me llevo su amor por la comida y su propia cultura, vuelvo enamorada de su diversidad en todo sentido y de los mexicanos, por supuesto. Vuelvo sabiendo un poquito sobre él y queriendo volver. No todo el mundo tiene la fortuna de tener vacaciones por seis meses con la excusa de “estudiar”.

Bueno, si es cierto lo de las amistades, pocas, pero indudablemente eternas, a Guadalajara le agradezco eso, esas personas que llegan a revolcarte el alma y hacer de tu vida una constante aventura, le agradezco mi reencuentro con el pole y junto a él el amor hecho pole dancer apasionado que cumple con mis caprichos. Le agradezco sus calles tranquilas y su paciencia al aguantar mi desidia. Le agradezco sus tardes de sol y su pasividad. Le agradezco el tiempo que compartimos y el que nos detestamos.

He vuelto, reafirmando una vez más mi amor por las despedidas, porque afianzan lazos y construyen reencuentros y estos definitivamente lo valen todo.

¡SALUD POR LAS DESPEDIDAS CON REENCUENTROS FELICES, POR LOS DESCUBRIMIENTOS, POR MÉXICO, EL AMOR Y LOS AMIGOS, SALUD POR EL REGRESO A CASA Y LA PRONTA HUIDA,SALUD, SALUD, SALUD!


 
 
 

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