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  • LAURA MÉNDEZ

LA PELUQUERÍA


Hay cosas tediosas en la vida, pero nada comparado con ir a la peluquería. No entiendo a esas señoras que van cada 8 días a “arreglarse” el pelo, esas que llevan las chanclas para luego salir con los pies todos morados, pasando calles como si estuvieran pisando cáscaras de huevo o montandose al bus tratando de agarrar delicadamente los tubos ( Si va a ser delicada, haga el favor y no se monté a un bus).

Yo por eso desde hace algún tiempo decidí pintarme las uñas sola, porque estar sentada frente a una persona por mucho tiempo no deja de ser incómodo, de esas que tratan de averiguar la vida en cuestión de minutos, de esas que sacan conversación en cualquier minima cosa, de esas que para hacer una línea tardan una eternidad. Una vez el peluquero me dice: y usted a qué se dedica. A lo que le respondo: Yo estudio medios audiovisuales y artes escénicas. Ahhh con razón tiene esa pinta toda loca, con esa camiseta toda rota. Me dijo, mientras yo sonreía incómoda pensando en que mi camiseta no estaba rota, era un diseño fallido que había intentado hacer.

Pero el pelo, el pelo si es un gran tormento, para mí es un morral de muchas energías, un imán de sentimientos y no aguanto tenerlo siempre igual . Los que me conocen saben que siempre me lo corto, de una forma u otra y que me lo empecé a pintar desde hace algún tiempo; hace más o menos un año cuando volví con el amor (recuerdan aquel amor de tablas? el de siempre?) Volví a improvisar y sí, improvisé con mi vida entera y mi pelito virgen fue violado por la decoloración. Desde entonces mi vida no fue la misma. Empecé a pintarmelo de colores porque ese amarillo es insoportable, pero claro, no todo es color de rosa y las idas a la peluquería son ahora más frecuentes…

Tuve la fortuna, o no, de heredarle varias cosas a mi papá entre esas el carácter (Volátil) y sus orejas (enormes); con ambas he aprendido a vivir, pero el karma viene cuando el de la peluquería no ha tenido un buen día y me peina como si no hubiera mañana, porque además de halar el pelo, el peine se encuentra constantemente con mis orejotas, como si quisiera arrancarlas, ¿qué le han hecho ellas para que las trate así? Pero eso no es todo, el pelo caliente quema mis orejas haciendo que se sonrojen y parece que crecen…

No, ir a la peluquería no es pura felicidad, por el contrario es casi una tortura solo para intentar verse bien. P

ero todo falla cuando el corte es un fracaso y lo que esperas no sale tal cual.

Y camino por la calle semi arrepentida (porque ya no hay nada que hacer y es mejor reírse que lamentarse) preguntándome de nuevo ¿Qué es lo emocionante de salir oliendo a chamuscado con el pelo más liso que antes?

Y un mes después vuelve de nuevo la misma situación.

¡SALUD POR LAS HORAS EN LA PELUQUERÍA, POR LOS QUE DISFRUTAN YENDO Y POR LOS QUE NO, SALUD POR EL PELO QUEMADO Y HALADO, POR LAS TRASQUILADAS Y LOS CUERITOS DE LOS DEDOS MAL CORTADOS, SALUD, SALUD, SALUD!


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