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  • LAURA MÉNDEZ

ACOSTUMBRARSE A DESACOSTUMBRARSE


Hay cosas que se quedan atrapadas en un tiempo tan imperfecto como nosotros mismos. Hay personas que atraviesan el alma y deseos tan puros que se mimetizan con las pasiones.

Ocurre que las cosas no siempre suceden tal cual se espera. Pero ¿Qué pasa cuando no se está esperando nada y de pronto eso que creíste que estaría ahí por siempre, aquello a lo que te has acostumbrado cambia totalmente?

Hace tiempo quería volver, contar un poco sobre mi vuelta a casa, sobre volver a lugares en los que siempre he estado y verlos con otros ojos. Sobre la comida y los dulces, sobre la universidad, el entrenamiento y el teatro. Pero estaba con el agobio de la monotonía de mis días y la sensación de estar fuera de lugar, que era incapaz de encontrarle emoción a una hoja en blanco.

(Que de mis días de sensibilidad me la paso hablando y es que es en este momento cuando más ganas me dan de todo (TODO) y entonces vuelve la ansiedad, las ganas de comer, de huir y todo se junta.)

A mi regreso no traía altas expectativas, gracias a eso la desilusión no fue tan grande. Pero he vuelto a ver todo más brillante, todo más vivo, las montañas más imponentes y el trafico más pesado. Fui a la universidad la mitad de las veces que tocaba, a hacer la mitad de las cosas que debería (mal por los que me rodea y sobre todo mal por mí) y me estrellé de nuevo conmigo. Espiché, jugué y pelee con mi gata y la escuché hablar con las personas que pasan, desde mi ventana. Creí en las personas y me aventuré a algunas. Me dejé seducir por el chocolate y le sonreí a los eternos y placenteros días de lluvia. Amé con locura y cordura. Y me di cuenta que aunque me gusta el sushi y AMO las hamburguesas, nada como el pollo en salsa con papitas y arroz, ese casero que te retiene en casa, que sabe a mamá y huele a infancia, a tranquilidad…

He decidido empezar con una campaña personal anti-costumbre por lo doloroso, extraño y raro que se siente desacostumbrarse, el problema es que aún no he descubierto cómo lograrlo.

NOTA: Esta mañana pasé por una panadería de locura (sugerencia alguna vez de alguien en quien confío), una panadería en donde hacen todo integral y TODO con chocolate, algo parecido al paraíso, pasé porque el pan de tres chocolates de ese lugar es mi perdición y porque había tenido una mañana desafortunada, con rabia, algo deprimida y triste paré allí. “El pan de chocolate cuesta XX, pero hay una promoción de tres en XX”, me dijo un amable señor, “Llevo la promoción, sólo porque estoy deprimida”, Le dije con una sonrisa enorme que ahogaba el sentimiento, “Eso el chocolate le sube el ánimo, niña”, me respondió devolviéndome la sonrisa, casi feliz con aquella dulce perdición me dispuse a abrir la bolsa cuando el señor me dijo: “No, guárdelos para más tarde y vayase comiendo esto” y me dio un pequeño pie de manzana cubierto de chocolate. Entonces descubrí de nuevo que las personas son geniales. “Para que se vaya feliz y vuelva”, me dijo mientras le agradecía y dejaba que el sol me bañara de nuevo, adentrándome en la caótica ciudad.

A veces, solo a veces, estar en casa, aquel lugar que debería sentirse placentero y tranquilo, no es más que otro extraño lugar al que sientes que tampoco perteneces.

¡SALUD, POR EL AMOR, EL DESAMOR, POR LA TRISTEZA, LA FELICIDAD, POR LA LLUVIA, LA COMIDA, LAS PERSONAS Y POR TODO… SALUD, SALUD, SALUD!


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