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  • LAURA MÉNDEZ

MI VECINA DEL LADO


Todos hemos tenido vecinos ruidosos, de esos que pasean a tempranas horas de la madrugada o en altas horas de la noche con tacones en el piso de arriba o aquellos que te levantan a martillazos o arrastrando cosas un domingo. Pero yo tengo una vecina particular, mi cuarto limita con el baño de mi apto y la habitación de Bryan, pero también con la habitación y el baño de los vecinos. Me encanta imaginarme la vida de las demás personas viéndolas de lejos, pensar de qué están hablando o cómo son sus vidas y eso es lo que hago con mi vecina del lado, pero a partir de sus ruidos. En principio pensé que era una pareja de señor en eso de los 50, ahora me he dado cuenta que es solo una en eso de los 50, se acuesta temprano y levanta temprano. Sé que es una mujer porque la he escuchado hablar de vez en cuando y lo de dormir y levantarse lo sé por sus sonidos. La cabecera de mi cama estoy segura que solo está separada a la cabecera de la suya por la pared y en las noches mientras miro al techo meditando cualquier bobada o estoy en el celular, tengo el placer de escucharla roncar y en las mañanas escucho cuando sube las persianas. Escucharla me parece divertido porque me hace ponerle una cara (menos mal mi sueño es demasiado pesado y sus ronquidos no son lo suficientemente fuertes como para despertarme). Por estos días de cambio de clima ha estado enferma, porque su tos de vez en cuando me hace dar ganas de traspasar la pared, porque parece que se va a quedar sin un pulmón o algo, es asqueroso. ¿Alguna vez han imaginado la vida de los otros con apenas mirarlos o escucharlos? Yo lo hago todo el tiempo…

Pero no solo convivo con los ruidos de mi vecina, sino con los de mis compañeros que aunque mínimos existen y además me toca convivir con ellos, ahora volvimos a ser cinco después de un mes o algo así.

Un olor raro inundó la casa, “¿incienso? “, pensé, “no puede ser, lo que le faltaba a Arthur”. Estaba equivocada, la nueva estaba en casa. Después de darnos una semana para asimilar psicológicamente la idea de que alguien más llegaría, apareció una tarde de viernes. Llegó con buena actitud queriendo saberlo todo. “que cómo se usa esto, que cómo se prende aquí, que cómo funciona esto y lo otro, que a dónde puedo ir a comprar…” y no fue tan grave como creíamos, y no fue una tortura como pensábamos (estoy exagerando como siempre, pero después de que te empiezas a acostumbrar a algo y que de un momento a otro te cambien las reglas del juego, ¿Quién no se siente en peligro?)

Soledad, la argentina (del norte, cabe aclarar), Soledad es alegre y social, es toda una mamá, de esas que cocina cosas saludables y separa la ropa de colores de la negra y la blanca para lavar. Va por ahí ofreciendo mate a todo el mundo, es tranquila y lo mejor de todo: su pan de banana, es un hit. “cuando le digamos loneliness en su presencia ya la habremos aceptado, así como cuando dejamos de decirle el chino a Arthur” decía Bryan, y eso definitivamente ya pasó, más rápido de lo que pensábamos.

Es rarísimo eso de la convivencia, sobre todo cuando es el hogar el que te reúne y no las personas las que hacen el hogar. Hemos tenido suerte, pues la convivencia ha estado genial y cuidamos unos de otros. Nos parecemos mucho, casual y extrañamente. Y lo repito una y otra vez, qué felicidad aprender de cada una de las culturas. Hace un par de días llegó San Nicolás en forma de dulces, Monika nos dijo que en Polonia era costumbre dejar la noche del 5 de Diciembre algún regalo pequeño en los zapatos de los niños y así lo hicimos (No exactamente en los zapatos pero al levantarnos estaban todos los dulces en la puerta de cada uno). Dicen que los amigos son la familia que uno elige, pero amo decir que esta vez la vida nos juntó para ser familia antes que amigos y luego amigos en forma de familia (o algo así).

¡SALUD, POR LOS VECINOS, POR LOS AMIGOS QUE SE VUELVEN FAMILIA O AL REVÉS, POR LOS RUIDOS A TRAVÉS DE LAS PAREDES Y POR LA IMAGINACIÓN, SALUD, SALUD, SALUD!


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