Ya ha pasado un mes desde que llegué y todo se torna cada vez más familiar, google maps dejó de ser mi mejor amigo y las calles circulares van tomando sentido. Lo inesperado sigue siendo lo más frecuente en mi vida aunque no siempre sea bueno.
Mi llegada a Salamanca no fue tan traumática (excepto por las mil maletas que traía encima), y con un pie aun en casa empecé a acostumbrarme al lugar. Todo estuvo bien hasta el día en que decidí “ser grande”. Salí de casa prestada a compartir apartamento con cuatro desconocidos y en ese primer momento creía que me enfrentaría a lo peor.
Mis primeras dos noches fueron escalofriantes, deprimentes y completamente solitarias. “Por qué siempre tomo malas decisiones” me decía una y otra vez. “No pasa nada, de esto tengo que aprender. Tengo que afrontarlo” una y otra vez.
Hasta que la primera mañana el timbre me sacó de la cama, no paraba de sonar. En ningún momento pensé abrir, así que me dirigí con calma al baño para una sesión extendida en él, que los pelos y el pelo, que los pies y los dientes, etc, etc, gustos que uno se da de vez en cuando. Pero no pude disfrutar del todo, porque la puerta sonó de nuevo, esta vez era la del baño. “Soy un chico que viene a ver la habitación” Decía una voz masculina en un español entrecortado. Después de un tiempo, porque a regañadientes tuve que salir (no se iba), me encontré con un ser alto de mirada fija y sonrisa grande… “Italiano” me dijo después de una corta conversación sobre el apartamento y los estudios de ambos, salió lanzando una mirada fija y desapareció por las escaleras.
Al día siguiente, la casa que parecía no existir se llenó de vida, la misma voz extraña preguntaba por mí. Y sí, ahí estaba mi nuevo y primer compañero, el mismo italiano bulloso del día anterior. “es guapo ¿eh?” me dijo el dueño del apartamento, entonces comenzamos a vivir juntos.
Mi depresión, porque cuando no estás acostumbrado a hacer nada y te estrellas solo en un lugar extraño, lejos de todo y sin poder huir, es muy difícil (sé que suena exagerado, pero los que lo han vivido me comprenderán), mi depresión se fue diluyendo cuando empecé a conocer aquel ragazzo que preguntaba qué quería comer, me traía dulces y pan y desordenaba toda la casa. Luego llegaron los demás y puedo afirmar ahora que ha sido verdadero amor a primera vista con todos (¿error?).
Los sentimientos no se hacen esperar y aunque son una decisión, de repente te dejas llevar y nada importa. No suelo involucrarme mucho con las personas, pero a veces, solo a veces me enamoro de ellas (¿error? No, mi sensibilidad como mi piel debe ser expuesta al sol de vez en cuando).
En fin, después de desahogar mis sentimientos en las letras anteriores diré que lo inesperado pasa y como todos los recuerdos, parecen ser al final nada mas que sueños, que se viven cada vez que quieres y se sienten tan lejanos. Y es eso lo que me abraza de nuevo, porque nunca es bueno acostumbrarse y sin embargo de eso se trata la vida.
Se fue, de un día para otro, con su felicidad y tranquilidad característica, se fue dejando vacía la casa de nuevo, se fue, pero “aprendimos” a hacer y comer pasta, un par de palabras y gestos italianos y a sonreír sin razón alguna.
Pero antes que nada nos encontramos los cinco compartiendo en la cocina, luego ya estábamos en un bar (¿se imaginan tratar de entender a un chino, un italiano, una polaca y un salvadoreño en un lugar con música a un volumen alto? Imposible) y luego en una discoteca, donde los inesperados sacaron las garras y bailaron sin pudor (jajajajajaja). Al día siguiente arepas con jugo hit de lulo, recordándome mis largas horas de infancia amasando la harina con la leche y haciendo un montón de figuritas, siendo feliz y compartiendo mi felicidad con los demás. Y el último día paella, porque estamos en España, tío y eso también es motivo de celebración.
Las personas llegan y se van, eso hace parte de la experiencia, aprender a conocer, a querer (o no), a compartir, a tolerar y a hablar. Ellos se han convertido en mi familia y que se vaya uno en tampoco tiempo no es cualquier cosa. Pero todo sigue y como ya dije antes, pronto todo parecerá nada más que un sueño de esos inolvidables.
¡SALUD, POR ÉL, POR ELLOS Y POR LA COMIDA QUE SIEMPRE NOS REUNE, SALUD, SALUD, SALUD!